Crítica de la racionalidad y la cultura occidental.
Crítica
de la racionalidad y la cultura occidental
Para un desarrollo adecuado de la temática de la redacción creemos importante contestar a las siguientes preguntas: ¿Es viable la cultura Occidental? ¿Qué tiene de malo esta cultura? ¿Que debemos hacer para repararla?
Para
empezar la redacción empezaremos con la crítica que hace Nietzsche
a Occidente utilizando el método genealógico. La palabra genealogía
la asociamos a la del árbol genealógico, es decir, al esquema que
recoge todos los antepasados familiares de un individuo tanto una
persona o animal. Para él, saber de dónde venimos sirve para
conocer nuestro linaje, pero también para descubrir un fraude lejano
en el tiempo. Haciéndose pasar por detective, nuestro autor hará el
árbol genealógico de Occidente para descubrir que en su linaje no
está la búsqueda del saber, el interés por la verdad o el cultivo
de la razón: el origen está en el miedo de unos hombres mediocres
al devenir y al cambio de las cosas, el miedo a vivir
inseguros en un mundo que experimentamos, pero que nos resulta
enigmático. Nuestro linaje proviene del miedo y no por el interés a
la verdad.
Como
el arqueólogo que va excavando para descubrir información del
pasado, este método permite sacar a la superficie lo que ha sido
ocultado por sus creadores. Pondrá al descubierto el fraude de una
cultura que ofrece garantía de progreso, de verdad y de justicia y
que no es más que una cultura gregaria y que defiende los
intereses de unos hombres que no supieron estar a la altura de la
realidad y que crearon un mundo alternativo, un ultramundo ficticio
en el que vivir seguros y con comodidad. La genealogía removerá
aquello que se tenía por establecido, atacará a la misma
civilización occidental.
Si
el origen de nuestra civilización es una estrategia para huir del
miedo y no un camino para descubrir la verdad, entonces nos hallamos
ante un problema de supervivencia psicológica: nuestra fragilidad
mental, que no nos permite convivir con el caos, es la que pone en
funcionamiento a la Razón para que genere un mundo irreal que nos
permita sobrevivir. Y es el miedo a perder este mundo seguro el que
provoca el interés filosófico y moral por justificar y fundamentar,
es decir, por ocultar, el comienzo de la civilización. La razón es
la causante de la enfermedad de Occidente al generar un tumor maligno
y extraño a la vida y al cuerpo. Un tumor que tiene como objetivo
anular los impulsos y crear un ultramundo. Una realidad imaginaria
que consuela.
La
cultura occidental cree que ha generado, gracias al correcto uso de
la razón, el progreso más grande que la humanidad jamás ha
conocido. Para conseguirlo tuvo que pasar del mito al logos,
olvidarse del saber narrativo y sustituirlo por la lógica y la
explicación. Así parecía posible acceder a la verdad, a la
justicia y al bien universal. Pero este conocimiento con intenciones
de necesidad chocaba con lo que la convivencia histórica, la finitud
de la vida y los datos de los sentidos nos han ofrecido: todo
fluye, todo cambia, nada permanece. Nuestra experiencia es
inmediata de aquel mundo sensible, distinto a cada instante,
despreciado por Platón. Por eso, Occidente necesita desprestigiar el
movimiento, el cambio constante. Y por ello renegar de los
sentidos y construir realidades ultramundanas donde todo funciona
como la razón quiere que funcione. Los valores eternos se encuentran
tras velos más o menos opacos, en algún sitio no aprehensible
por los sentidos, y solo el detective de la razón será capaz de
descubrirlos. Los cimientos de ese mundo irreal producto del miedo,
son rápidamente cubiertos bajo un manto de racionalidad que permite
convertir lo que es solo una necesidad vital, en una verdad
supuestamente objetiva, neutral, que responde a parámetros
universales y no a una sociedad que empieza a mostrar síntomas de
decadencia. La filosofía, la religión y la moral occidental son
síntomas de decadencia.
Si
rastreamos la historia de la filosofía: Parménides había
negado el movimiento. Luego Sócrates buscó con esfuerzo la
definición que eliminará la
singularidad de las cosas. Platón dio un salto más e inventó un
mundo inteligible donde pudo afirmar todo aquello que la experiencia
le negaba. Aristóteles fue más moderado pero siguió sosteniendo la
existencia de esencias universales que solo la razón descubre. Con
el cristianismo la cosa fue a mayores, elaboró un mundo teológico
que no solo negaba la singularidad mostrada por la experiencia,
también la propia razón, condenada por unos cuantos siglos a ser la
perrilla faldera de la fe . Tampoco Descartes fue capaz de demostrar
que el mundo de la razón era solo una farsa; cuando observó que su
duda le llevaba a un callejón sin salida recuperó el discurso de
los ultramundanos, volvió a sacar de la nada a Dios, se inventó la
glándula pineal, y solo así pudo mantener lo supuesto sin negar lo
obvio. Kant, aunque intento acercar los dos mundos, tuvo también que
recurrir a lo racional, para darle sentido y lógica a lo meramente
sensible. Solo el empirismo y el positivismo devolvieron a los
sentidos su dignidad.
Por
lo tanto la cultura occidental es como aquel pavo satisfecho de su
belleza que mueve sus plumas con orgullo y ostentación, sin
sospechar que se acerca el día de Navidad. El engaño funcionó
mientras los engañados no se sintieron como tales. Pero, según
Nietzsche, y anticipándose a lo defendido por muchos en nuestros
días, la sociedad occidental camina hacia el vacío de sentido (el
nihilismo). La civilización occidental, basada en una ficción, está
enferma, crónicamente enferma. A medida que se vaya dando cuenta de
la falsedad de sus creencias, cuando comprenda que su logos era sólo
la imposición de un mito, se irá desintegrando y
desapareciendo. Su muerte está a la vuelta de la esquina. Que si lo
comparamos con nuestra sociedad actual también podemos decir lo
mismo: ha perdido valores.
Nietzsche,
como médico, no trata de salvar al paciente, trata de rematarlo:
“¡A lo que está cayendo se le debe incluso dar un empujón!".
Pero esto no significa que esté al lado de la enfermedad. Si intenta
que
suceda
el proceso de degradación es porque para sanar es necesario acelerar
el proceso de infección. Occidente ha agotado su proyecto, se ha
descubierto su engaño y solo
queda acudir a su entierro. El hombre del rebaño, generador de esta
cultura, es incapaz de resucitar al muerto, pues para eso hace falta
crear nuevos valores y solo
los espíritus libres pueden
hacerlo.
En
conclusión lo que intenta Nietzsche con esta cultura que solo
intenta huir del miedo y no un camino par descubrir la verdad, es
el deseo de construir una nueva cultura con una gran salud. Una
cultura que no sea fruto de la fatiga, de la enfermedad de vivir,
sino de la voluntad de vivir. Una cultura que genere espíritus
libres, no hombres miedosos.
Por
que sin esos marginados la sociedad nunca evolucionaría.
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